¿Quién no ha pensado en «colgar los zapatos»?
En algún momento de nuestras vidas, todos hemos enfrentado situaciones que nos hacen cuestionar si vale la pena seguir adelante. Esos momentos en los que parece que la vida nos ha dado la espalda, y cada día se convierte en un reto mayor que el anterior. Cuando las pérdidas se acumulan—ya sea un divorcio, estar quebrado, no saber qué hacer—y las opiniones de los demás parecen más un juicio que un consuelo, es fácil caer en la desesperación.
En esos momentos oscuros, es natural preguntarse: ¿para qué demonios estoy en este planeta? Observas a tu alrededor y no hay nada que te «ancle» a la vida. Levantarse cada día parece una tarea monumental cuando no hay un propósito claro que te impulse hacia adelante. Y aunque el mundo está lleno de mensajes de optimismo superficial—como el que pregonan algunos psicólogos de la llamada «psicología positiva»—, en esos momentos de crisis profunda, esas palabras suenan vacías y sin sentido.
Cuando la desesperanza se convierte en rutina
Es fácil pensar que lo mejor sería no despertar jamás. Imaginamos que, al no despertar, todo nuestro sufrimiento se disipará en algún paraíso espiritual, si es que tal lugar existe. Nadie lo sabe con certeza; es solo una creencia que nos consuela. Sin embargo, mientras la vida continúa, te das cuenta de que llevas años en este estado de estancamiento. Tal vez es hora de considerar que hay algo más que puedas hacer.
La imprevisibilidad de la vida
Recientemente, asistí a una conferencia que me dejó una profunda impresión. La vida cambia de un día para otro y nunca avisa. Un día despiertas con suficiente solvencia económica, y al siguiente lo has perdido todo y te sientes una basura. Un día te tomas una foto familiar en las vacaciones soñadas, y al día siguiente ya te estás divorciando, con el temor de no volver a ver a tus hijos o con la culpa de haber sido el responsable del mal matrimonio. Un día cenas con tus padres, y al siguiente han fallecido o les han detectado un tumor cancerígeno.
La vida es así, imprevisible y a veces brutal. Mis pacientes a menudo me preguntan: ¿por qué la vida es tan dura? ¿Por qué a mis familiares les va mejor que a mí, y no pasan por las calamidades que yo estoy pasando?
Testimonio de una lucha interna
Un paciente recientemente compartió conmigo su lucha. Me dijo:
- Tengo un problema de estrés crónico e insomnio porque solo tengo $100 MXN en mi bolsillo y necesito cubrir gastos de manutención que suman $70,000 MXN. No sé qué demonios voy a hacer. Me quedé sin empleo, sin luz, el coche se averió, y no consigo trabajo en ningún lado… Quisiera morirme…
Para colmo, un amigo suyo le comentó que estaba estresado porque su negocio no estaba generando las ventas que esperaba. Le pregunté a mi paciente: ¿cuánto dinero líquido tiene tu amigo en el banco? Su respuesta: más de $50,000 USD. Increíble, sentí rabia porque mientras mi paciente estaba hecho pedazos, sin dinero y divorciado, su amigo se quejaba de problemas que, en comparación, parecían insignificantes.
En esos casos, a veces no es necesario intervenir. Solo lo escuché y dejé que se desahogara. A menudo, los psicólogos caen en la trampa de ofrecer soluciones vacías como «todo va a estar bien» o «pensemos en opciones», cuando en realidad están deseando que la sesión termine para poder cobrar. Pero hay momentos en que las palabras no son suficientes; la presencia y la empatía son lo único que puedes ofrecer.
La cruda realidad
En un momento de la sesión, mientras él seguía exponiendo su dolor, le dije:
- Tu situación es realmente triste y ¿qué crees? Esta crisis va a durar aún más. No voy a adornarlo con palabras bonitas; tengo que decirte las cosas como son. Cuando salgas de aquí serás $700 MXN más pobre, y tu panorama no cambiará. Llegarás a casa y seguirás sin luz, con poca comida, y con el dolor de cabeza que no te deja. La salida podría ser morir, porque ¿sabes qué? Mañana nadie te va a recordar. El sol saldrá a la misma hora, el dueño de la casa volverá a rentarla, y tu familia agradecerá que ya descanses en paz. Todo esto sucederá porque no somos importantes para la vida; la idea de que lo somos es una mentira. En un mundo de más de 7 mil millones de personas, morir incluso ayuda a que el ciclo de la vida continúe.
Tu ego te tiene atrapado en un mundo de fantasía, añorando las glorias pasadas y atormentándote con ideas de que jamás te vas a volver a levantar para ser quien fuiste. Probablemente sea así, pero debes aprender a perder. ¿Perdiste tu trabajo, tu familia, tu esposa, tu dinero, etc.? ACÉPTALO. Lo perdiste por muchos factores, directos e indirectos, de tu forma de ser.
ACEPTAR ES LIBERARSE…
Reflexiones finales
Al finalizar la sesión, mi paciente me pagó los $700 MXN. Cobrarle por la sesión es una parte importante del proceso, porque no hacerlo solo alimentaría su idea de dar lástima y vivir de limosna. Aunque te parezca increíble, algunas personas en situaciones extremas desarrollan esa idea perversa debido a su condición.
Vivir es un trayecto difícil, y más cuando lo haces solo. Pero si sientes que necesitas herramientas para caminar este difícil camino, no dudes en ponerte en contacto conmigo.